La cifra es elocuente: en Argentina mueren 280 personas por día como consecuencia de enfermedades cardiovasculares, y una de cada tres de las que sobrevive, padece un segundo evento. De acuerdo al informe Global Burden of Cardiovascular Diseases and Risk Factors, en los últimos 30 años las enfermedades cardíacas se duplicaron en el mundo, período en el que se incrementaron en un 50% las muertes por este tipo de patologías, alcanzando los 18 millones de decesos en 2019.

En tanto, en América Latina, estas afecciones también se ubican como la principal causa de muerte, cifra que se estima en dos millones anuales, y también resultan uno de los primeros factores en provocar eventos que dejen graves secuelas en los sobrevivientes.

Entre las distintas afecciones cardíacas en los últimos años se incrementó el número de adultos mayores de cincuenta años que conviven con una fibrilación auricular (FA), según datos del Ministerio de Salud de la Nación, es decir, una arritmia en la que los latidos del corazón comienzan a generar pulsos irregulares al perder su ritmo normal de funcionamiento.

Juan Cruz López Diez, cardiólogo y director del Consejo de Arritmias de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), expresó en el encuentro “La radiografía de las enfermedades cardíacas en América Latina” que estas alteraciones en el ritmo cardíaco muchas veces no presentan síntomas. No obstante, es importante prestar atención a “sensación de latidos rápidos, palpitaciones, mareos, disminución de la tolerancia al esfuerzo y debilidad”.

Un dato no menor que subrayó el especialista es que “de acuerdo con los estudios epidemiológicos más importantes del mundo, una de cada cuatro personas mayores de 50 años padecerá fibrilación auricular a lo largo de su vida y, considerando el aumento de la expectativa de vida de la población sumado al aumento de la prevalencia de los factores de riesgo, como hipertensión obesidad y diabetes, es probable que la prevalencia de la fibrilación auricular sea del doble en las próximas dos o tres décadas siguientes”.

Los especialistas, a su turno, coincidieron en la necesidad de que las autoridades trabajen en establecer políticas y programas integrales para descentralizar la atención de los pacientes con enfermedades cardíacas, con medidas que apunten a reducir las listas de espera en la atención, fortalecer el sistema de transporte para agilizar las derivaciones con las especialidades requeridas.

En este sentido, también reforzaron la necesidad de la consulta temprana para dar con diagnósticos a tiempo que permitan tratamientos menos invasivos y con menor posibilidad de complicaciones, lo que logrará reducir la cantidad de muertes o secuelas graves.

Factores de riesgo

Las enfermedades cardiovasculares son aquellas que afectan al corazón y a todas las arterias del organismo.

Según el ministerio de Salud de la Nación, la principal causa de estas afecciones es la “aterosclerosis”, depósito de placas de colesterol en el interior de las paredes de las arterias, provocando su obstrucción y comprometiendo la llegada de la sangre a órganos vitales como el corazón, el cerebro y el riñón. Por esta razón, la enfermedad arterial aterosclerótica es la principal causa del infarto agudo de miocardio (IAM), del accidente cerebrovascular (ACV) y de los aneurisma.

Cuando se produce la obstrucción de una arteria y no hay flujo sanguíneo, se produce isquemia; si la arteria se rompe y hay pérdida de sangre, se produce hemorragia.

La principal causa de las enfermedades cardiovasculares son los denominados factores de riesgo cardiovascular:

  • Edad (a mayor edad, mayor riesgo).
  • Antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular prematura, padres o hermanos afectados antes de los 55 años en el caso de familiares hombres o antes de los 60 años en el caso de mujeres.
  • Tabaquismo.
  • Niveles elevados de colesterol en la sangre.
  • Presión arterial elevada (Hipertensión Arterial).
  • Diabetes.
  • Sobrepeso y obesidad.
  • Inactividad física y estilo de vida sedentario.
  • Estrés crónico.

Prevención

  • No fumar y evitar la exposición al humo de tabaco ajeno.
  • Reducir al mínimo el consumo de alimentos con alto contenido de azúcares y sal.
  • Revisar periódicamente los niveles de presión arterial, el colesterol y el azúcar en la sangre (glucemia) y mantenerlos bajo control con el tratamiento indicado por el médico.
  • Mantenerse físicamente activo la mayor parte de los días de la semana (o todos los días, de ser posible).
  • Bajar de peso (si se tiene sobrepeso) y mantener un peso saludable.
  • Consultar periódicamente al médico de cabecera.

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