La sustancia es parte del menú histórico de drogas sintéticas en el país, visto con frecuencia en los primeros menúes de dealers del rubro y en los consumos politóxicos de fines de los 90s y comienzos de siglo.Hoy, es adoptado por una nueva generación de consumidores en diversos sectores, jóvenes en sus tempranos 20 reconocen comprarlo pese a los graves daños que puede generar en sus organismos. “Te lo cobran carísimo o te lo regalan”, dice un consumidor frecuente: “No hay punto medio”. Si se consigue, es porque se trae.

En lo que va del año, según datos oficiales, la Aduana incautó 289 frascos. En 2021, se había incautado otros 390, en 2020 unos 223. La tendencia claramente va en aumento. El popper no solo viaja oculto entre la ropa entre valijas de viajeros: también se encuentra en encomiendas enviadas por el sistema puerta a puerta.

Sin embargo, es diferente al resto de las drogas sintéticas comunes que ingresan al país de la misma forma. Para empezar, a nivel global, es la más fácil de conseguir.

Se vende bajo la pretensión de ser un limpiador de cuero en pequeños frascos de 15 a 24 mililitros, en presentaciones casi profesionales con tapa a rosca y logotipos impresos, con pseudomarcas ya establecidas en el tiempo y reconocidas entre los consumidores. Puede comprarse en sex shops o directamente en sitios de Internet. Pueden costar entre 15 dólares, o diez euros cada frasco.

Un histórico foro argentino donde usuarios anónimos de drogas sintéticas cotejan experiencias y alertan sobre situaciones en el mercado, vio encender con vigor sus conversaciones sobre uso de popper en los últimos meses. Algunos, más experimentados, se reían de la vuelta de la sustancia, otros preguntaban de cara a su primera vez, en un contexto de fiesta de discoteca, más que de fiesta sexual.

Los poppers crean tolerancia, lo que unido a la breve duración de sus efectos, lo convierte en una droga peligrosa, con un elevado riesgo de intoxicación por sobredosis”, continúa la advertencia oficial.

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