Más allá de la ascendencia norteamericana y el refinamiento europeo, el Toro fue un producto soñado, forjado y construido para el mercado local, que se erigió en un orgullo nacional tras cruzar la línea de llegada de las 84 Horas de Nürburgring en 1969

Hace 55 años, un pionero Torino sedán salió de la línea de producción. El primero del mítico Toro, que se inmortalizó en Nürburgring 1969 y que, más allá de sus ancestros norteamericanos y refinamiento europeo, siempre será el auto argentino.

Tras la Segunda Guerra Mundial, muchas empresas, incluidas algunas automotrices (Mercedes-Benz en 1951; Fiat en 1953), vinieron a radicarse a nuestro país, de los pocos que no sufrieron la devastación y el hambre que generó la gran conflagración global. También llegó, en 1955, La Kaiser Motors de Estados Unidos, que de inmediato comenzó a edificar una fábrica en Santa Isabel, Córdoba, con el nombre de Industrias Kaiser Argentina (IKA). Si bien no era tan poderosa como los “Tres grandes de Detroit” (General Motors, Ford y Chrysler), la Kaiser tenía algunos ases en la manga: nada menos que la marca Jeep y así, el 27 de abril de 1956, la primera unidad nacional del clásico todoterreno salió de la línea de montaje de la flamante fábrica cordobesa. Le siguieron la Estanciera (1957) y el Kaiser Carabela (1958), el primer sedán grande producido en la Argentina.

Esa apuesta por la industria automotriz nacional se aceleró bruscamente a partir de 1959, luego que Arturo Frondizi sancionó el decreto N° 3693/59, más conocido como “Régimen de Promoción de la Industria Automotriz”, que disparó la presentación de 23 proyectos de vehículos de fabricación nacional. Entre ellos, los de Fiat 600 y 1100 (1960); De Carlo (1959); Renault, Peugeot, Citroën, Siam Di Tella y Auto Unión (1960), y las refundaciones industriales y de productos de Chrysler (1960), General Motors (1960) y Ford (1961).

Pionero. El Torino 300 1966 fue la primera versión que se fabricó; las unidades iniciales de este sedán se produjeron en la planta de IKA en Monte Chingolo

En ese contexto, IKA y Renault firmaron un acuerdo por el cual, en julio de 1960, salió de las líneas de producción de Santa Isabel el primer Renault Dauphine nacional. Mientras que IKA ya fabricaba el Bergantín (1960) y en enero de 1962 comenzaba a producir allí el Rambler, gracias a un convenio con American Motors Corporation (AMC).

El hombre clave de esta historia se llamaba James McCloud, presidente de IKA Argentina: “En 1959 sabíamos que se acercaba una gran expansión para la industria automotriz argentina. Por eso, comenzamos a negociar con empresas europeas para fabricar un auto mediano. Creíamos que esa era la parte más importante del mercado…”, señaló el ejecutivo estadounidense a la revista Automundo, en 1969. Pero sus tratativas con los europeos (principalmente con Peugeot) fracasaron. Entonces, según relata Martín Glas en su magnífico libro Torino: un mito argentinoMcCloud comenzó tratativas con AMC (para la que ya producía los enormes Rambler Classic y Ambassador), con el objetivo de “crear un automóvil mediano netamente argentino”.

El modelo base elegido fue uno de tamaño más pequeño para los estándares estadounidenses (en los ‘60, cuando el Chevitú de Jorge Cupeiro irrumpió en el Turismo Carretera seguido por los Ford Falcon, se los llamaba “los compactos” para distinguirlos de las clásicas “cupecitas”): el Rambler American 440, modelo que tenía versiones de dos y cuatro puertas. Con esta elección nació el proyecto del Torino.

Fuente La Nación

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