Referentes del movimiento feminista alertaron acerca de la infantilización de la pobreza y destacaron el valor de los cuidados y la educación temprana para el desarrollo cognitivo y su impacto positivo en contextos adversos .

Recientes indicadores anunciados confirman que la pobreza sigue feminizada e infantilizada: el 51,4% de las personas menores de 14 años (5,5 millones de niñas y niños) son pobres en la Argentina, según los datos del segundo semestre de 2021 dados a conocer por el INDEC. De ese total el 38,8% son pobres no indigentes y el 12,6 % son indigentes.

Desde hace décadas vienen sumándose consensos acerca de los efectos positivos de la educación temprana en el desarrollo infantil, en la socialización de lxs niñxs en los primeros meses de vida en ámbitos más amplios que la propia familia, en el achicamiento de las brechas culturales y en su importancia para el proceso educativo. Hay experiencia y evidencia científica acerca del valor de los cuidados y la educación temprana para el desarrollo cognitivo y emocional y su impacto diferencial en contextos de pobreza.

Reconocemos en la casi universalización de la matrícula, los avances logrados por la obligatoriedad legal del Estado de asegurar las salas de 5 y 4 años. Pero en lo que respecta a los más pequeños, en Argentina el 95% de la infancia de 0 a 2 años y el 60% de niños de 3 años no asisten a establecimientos educativos y de cuidado. Es la principal deuda de la democracia en nuestro país.

Es desde la niñez que se socializa y humaniza el ser humano, por lo tanto la carencia e indigencia de las mujeres solo reproducirá inopia y desamparo. Esta convicción hizo que desde la constitución del movimiento de mujeres y feminismos asumiéramos la pobreza de las mujeres y por tanto de la infancia, como preocupación central de nuestras luchas y que esta preocupación se constituyera desde aquellos tiempos de la recuperación de la democracia en una problemática clave, instalada como un asunto público relevante expresada en la consigna “Jardines Maternales Zonales, ya”. Desde aquel entonces denunciábamos la invisibilidad del trabajo femenino en la esfera doméstica y reclamábamos políticas para conciliar la vida laboral y familiar, democratizando los roles de cuidado entre varones y mujeres dentro del hogar y exigiendo al Estado y a las empresas la oferta de ámbitos de educación temprana desde los primeros días de vida.

El apoyo al cuidado y la educación temprana (45 días a 5 años) dirige sus efectos a los dos sujetos de derechos involucrados en esta especial situación de vulnerabilidad: por un lado a las mujeres pobres que pugnan por entrar al mercado laboral y por otro a ese niñx cuyo cuidado le es exigido pero solo puede brindar sin estímulos, en condiciones adversas, con escaso acompañamiento (casi siempre otra cadena de mujeres, niñas, abuelas, comadres) y sin servicios de atención especializada en jardines maternales estatales, de gestión privada o comunitarios. Está absolutamente demostrado que el cuidado y la educación temprana rompe el círculo de la pobreza porque iguala, estimula y protege.

Es desde la niez que se socializa y humaniza el ser humano

La responsabilidad del Estado es decisiva y así lo reconoció el Parlamento argentino al sancionar la Ley de Educación Nacional (2006) que concibió a la educación desde los 45 días como fundamental para el desarrollo infantil, produciendo un avance conceptual y normativo extraordinario. La Ley de Promoción y Regulación de Centros de Desarrollo Infantil (2007) confirmó que le pertenece al Estado la responsabilidad indelegable de promoverlos y el Decreto 1602/09 de creación de la AUH configuró la voluntad de una política integral. Debido a la falta de metas y de asignación presupuestaria pertinente, la oferta de servicios especializados para las edades más tempranas ha sido mínima en relación a la demanda.

También reconocemos avances importantes como la extensión de la red en algunas provincias y municipios, la sanción de Ley de los 1000 días (2020), la Reglamentación de la Ley de Contrato de Trabajo (2022) en lo referido a la obligatoriedad de crear servicios infantiles en las empresas y recientemente la presentación del proyecto de Cuidados en Igualdad, que reconoce y promueve la educación temprana. Sin embargo todos estos esfuerzos no han impedido que el mayor índice de pobreza sea el infantil.

Las feministas nos pronunciamos ante la desprotección de las infancias, porque el feminismo es un ideal de equidad y humanismo. Porque «maternar” es una responsabilidad que asumimos en libertad, pero en su más amplio sentido es «protección» y le atañe a la comunidad en su conjunto y debe ser una virtud social para que ningún niño o niña crezca sin cuidado, respeto y amor.

Fuente Télam

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