La orden para que las mujeres cubran por completo su cuerpo y rostro en público fue decretada hace una semana por el líder supremo talibán, Hibatullah Akhundzada, quien instó a las afganas a «mejor» quedarse en sus casas.

La reciente reimposición del velo integral en Afganistán rompió con las esperanzas de un Gobierno talibán tolerante hacia las mujeres y supuso el quiebre definitivo de 20 años de derechos femeninos en el país, suprimidos poco a poco por los fundamentalistas a partir de su llegada al poder en agosto pasado y más radicalmente desde que la comunidad internacional concentra su atención en la guerra en Ucrania.

La orden para que las mujeres cubran por completo su cuerpo y rostro en público fue decretada hace una semana por el líder supremo talibán, Hibatullah Akhundzada, quien consideró al burka -que solo tiene una mirilla a la altura de los ojos- como la opción más adecuada, al tiempo que instó a las afganas a «mejor» quedarse en sus casas

La imposición del velo integral es el summum de una serie de restricciones contra la libertad femenina impuestas gradualmente por los talibanes, pese a sus promesas iniciales de respetar los derechos de las mujeres y no volver a la brutal represión de su primer Gobierno (1996-2001).

Durante sus nueve meses en el poder, las 19 millones de afganas se vieron excluidas del empleo -salvo algunos trabajos específicos como sanitarios o de enseñanza- y privadas de la educación secundaria y la práctica deportiva, además de estar segregadas en los espacios públicos y no poder viajar solas.

«Es como si las borraran de la sociedad. Están siendo enterradas vivas, confinadas entre muros», dijo a Télam Victoria Fontan, vicepresidenta de Asuntos Académicos de la Universidad Americana de Afganistán

«Ya no queda ningún derecho a sacar a las mujeres. Estamos claramente en el mismo tipo de régimen, la única diferencia es que ahora los talibanes dan entrevistas y tuitean», señaló la responsable de la AUAF, quien estimó que el futuro será «cada vez más oscuro».

La vuelta al poder de los fundamentalistas supuso un drástico recorte de la ayuda internacional -condicionada por los países occidentales al respeto de los derechos humanos- y el bloqueo de los activos del Gobierno afgano por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Una opinión compartida por Fontan, quien subrayó que esta situación probablemente derive en «cero inversiones» extranjeras y, por lo tanto, no habría ningún incentivo para que el Gobierno talibán asuma compromisos con la comunidad internacional.

«Si el país se repliega a nivel económico, las mujeres sufrirán aún más», recalcó.

La académica advirtió, asimismo, que el vacío dejado por los países occidentales en Afganistán está siendo ocupado por China, que negocia con los extremistas para explotar los recursos naturales y extraer su preciada riqueza mineral, clave para la transición energética y climática.

«Va a ser un régimen totalitario con una élite intelectual y político-religiosa que va a beneficiarse de este acuerdo con China, que es totalmente indiferente a los derechos humanos, mientras el resto de la población simplemente sufrirá», opinó, tras recordar que los jefes talibanes tienen una vida totalmente distinta a la del resto del país e incluso educan a sus hijas.

Para la también especialista en temas de paz y conflictos, Afganistán se encuentra actualmente en un «punto de no retorno» a nivel estratégico respecto de su futuro, en el que los opositores al Gobierno dudan entre ampliar la resistencia armada o esforzarse para seguir hablando con los talibanes.

«Creo que lo importante ahora es seguir presionando desde el exterior a los talibanes en relación a ese reconocimiento que tanto necesitan. Hacerles entender que el apoyo chino no es suficiente y que van a necesitar otros apoyos de la comunidad internacional. De lo contrario, será un infierno para las mujeres», concluyó.

Fuente Télam

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